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El hombre nuevo tarda en llegar
Las mujeres se han sacudido su rol tradicional y ocupan el terreno antes masculino - Pero sus compañeros no han cambiado al mismo ritmo
Los grandes avances se han logrado con la visibilidad pública y política de
la mujer
El modelo masculino lleva a adoptar actitudes de riesgo y desafío
Las reivindicaciones feministas se vieron como caprichos
individuales
Algunos medios de comunicación incluso refuerzan los estereotipos
Marina Subirats, catedrática de Sociología, ha buscado algunos "datos
empíricos" para demostrar cómo el hombre se agrede a sí mismo por seguir ese
modelo de masculinidad. "¿Por qué los hombres se mueren antes que las mujeres?"
Eso ocurre en todas las edades y en todos los países, salvo en dos, Níger y
Zimbabue, donde los embarazos, los partos y algunas enfermedades aún siegan la
vida de las mujeres muy temprano.
En España, la mayor diferencia entre las muertes de hombres y mujeres se da a
entre los 20 y los 25 años. Hay causas claras para ello: accidentes de tráfico y
deportes de riesgo, drogas, suicidios y homicidios. "Por cada mujer se mueren
entre tres y cuatro hombres a esa edad", dice Subirats. Y explica que es el
modelo de masculinidad lo que les lleva a adoptar "esas actitudes de peligro, de
desafío, de falta de temor, de riesgo", que no abundan en las mujeres, más
prudentes y que no tienen necesidad, porque nadie se lo ha inculcado, de
demostrar ningún ardor guerrero. Por eso, dice Subirats, "los hombres matan a
las mujeres, pero se matan más entre ellos, y esa debe ser una razón poderosa
para cambiar".
En el congreso internacional Mundo de Mujeres, que ha reunido en Madrid a más
de 3.000 participantes alrededor del lema La igualdad no es una utopía, algunos expertos, como Subirats, han tenido ocasión de tratar la
masculinidad como una barrera para la igualdad. Es un asunto que la ministra de
Igualdad, Bibiana Aído, sacó al debate político las últimas semanas.
Subirats, una de las participantes en este congreso, opina que "las mujeres
han analizado y hecho crítica del modelo tradicional que les tocó, ya salen a
trabajar fuera, juegan al fútbol, repudian aquellas características impuestas,
sumisión y obediencia, pero los hombres todavía no han hecho ese viaje, por eso
el modelo de guerrero impasible se ha quedado obsoleto".
"La ciencia psicológica finalmente también se ha liberado de su tradicional
explicación psicogenética y los estudios de identidad ya no tienen ese lastre",
explica la catedrática de Psicología Rosario Ortega. "Antes las niñas construían
su identidad en cuanto niñas y los niños como tales niños, ahora no, felizmente,
al menos en la ciencia. El individuo debe construir su identidad como persona.
Creo que en el futuro la gente podrá elegir de una forma libre qué es lo que
hace y cómo lo hace, sin responder a roles ni a estereotipos, si los hombres
quieren llorar, llorarán, por ejemplo. Ese es el camino que ya está marcando la
ciencia. Creo que la sociedad lo recorrerá algo más tarde".
Ortega, que trata a menudo los conflictos entre chicos y chicas, observa,
como ellas, que antes respondían a esos roles de obediencia y sumisión, y ahora
a veces se defienden con las mismas armas que ellos. "Buscan su seguridad, esto
es preocupante, y desde luego, lo hacen porque imitan modelos masculinos".
Esa es una de las razones por las que ese modelo de masculinidad ha de
cambiar, según Subirats, para que puedan cambiar las mujeres. "Hasta ahora, sólo
hemos imitado los modelos masculinos para llegar adónde queríamos, en la
empresa, en la calle". Cree que el "género femenino, tal y como se le ha
entendido, se está extinguiendo". ¿Hay para tanto? "Sí, en política, por
ejemplo, muchas de las mujeres que acaban llegando lo logran porque son más
duras que ellos, imitan su modelo. Podemos tener cargos, pero son puestos prestados, no para hacer lo que queremos, sino lo que harían ellos si
estuvieran ahí". De tal forma, dice, que "las mujeres han ido abandonando ese
género femenino, incluso dejando de tener hijos, y ellos no acaban de entrar en
el ámbito doméstico".
En este panorama, algunos países vienen a poner luz, los nórdicos, que han
transitado muchos más años por el camino de la igualdad. En Noruega, por
ejemplo, ya se aprecia el acercamiento de los hombres sin complejos y sin
traumas a las tareas que en España hacen las mujeres mayoritariamente.
Sin embargo, como han subrayado algunos expertos en este congreso, las series
televisivas, que tanto han favorecido la aceptación social de las parejas gays y
lesbianas, por ejemplo, o incluso de la mujer incorporada al ámbito laboral en
terrenos que le eran propios al hombre, no han modificado sustancialmente los
estereotipos masculinos. "En el ámbito del ocio, la creatividad, los medios de
comunicación, todavía se transmiten muchos estereotipos masculinos, incluso se
refuerzan", opina la filósofa Alicia Miyares. "Creo que la educación ha de hacer
mucho por cambiar esto, porque es ahí donde se trasladan todos esos roles. Sin
embargo, los grandes avances en igualdad han venido por la visibilización
pública y política de la mujer, pero el reto ahora es la relación entre ambos
sexos y es ahí donde los hombres han de hacer su trabajo. Eso depende en gran
medida de la pedagogía", añade Miyares.
El delegado para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad, Miguel
Lorente, está convencido de que los modelos tradicionales de masculinidad han de
modificarse, pero alerta de la resistencia que se está mostrando entre los
hombres, de forma muy sutil en ocasiones. "Hace ya muchas décadas que las
mujeres hicieron una crítica analítica del papel que les había tocado jugar como
mujeres y se rebelaron contra esa injusticia. Los hombres, sin embargo, han ido
simplemente adaptándose a las exigencias que les llegaban. Empezaron
minusvalorando el movimiento feminista sin darse cuenta de que era una reflexión
crítica y analítica. Simplemente dijeron, 'dejadlas, si quieren trabajar que
trabajen'. Pero no se dieron cuenta de que no eran caprichos aislados sino un
trabajo histórico por romper injusticias de las mujeres", dice Lorente. "Y ahora
existe lo que llamo posmachismo y que nace en los años setenta, cuando la mujer
consigue su liberación sexual gracias a los anticonceptivos y también a las
medidas de divorcio sin culpa en Estados Unidos. Ya no dependían de un hombre ni
su función era simplemente la de procrear. Por otro lado, el feminismo llegó a
las instituciones y las mujeres fueron ocupando puestos de responsabilidad. Ahí
es donde los hombres se dieron cuenta de que la cosa iba en serio", prosigue
Lorente.
El posmachismo del que habla critica el feminismo y lo pone en la misma
bandeja que el machismo. "Reivindican un pasado que les es más cómodo pero lo
camuflan bajo una postura aparentemente neutral. Siempre aparecen en sus
reflexiones alguna universidad rara que les da a ciertos informes una pátina
seudocientífica. Hablan de cosas que, dicen, no distinguen sexos, pero al final
siempre la culpable o la perversa, casualmente es la mujer. Se apuntan incluso a
la mutilación masculina, para poner en el mismo nivel la injusticia de unos y de
otras, algo que no es así, para nada", asegura Lorente. "Y además, siempre
hablan en nombre del bien común, siempre dicen: esto no es bueno para la mujer
ni para el hombre, es para todos".
En realidad, según Lorente, salvo excepciones de hombres que sí han caminado
hacia una revisión crítica de la masculinidad tradicional, "pocos aunque cada
vez con más fuerza", la mayoría se ha adaptado a duras penas, y sus cambios han
sido muy cosméticos. "Que hay que fregar los platos, yo los friego, que hay que
cambiar pañales, yo los cambio, pero no han perdido su poder que es lo que le
daba valor a la figura del hombre. Han cambiado para seguir igual", dice
Lorente.
Y se les sigue educando para guerreros que no pueden manifestar temor ni sensibilidad. Pero, dice Marina Subirats, "esa masculinidad ya no tiene sitio en los tiempos de hoy".
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