Artículos de interés: ARTíCULOS DE OPINIóN
Obviamente, Pagasarri
Resulta curioso que, a veces, incluso compartiendo un razonamiento, se puede llegar a conclusiones tan diferentes.
El pasado 25 de mayo, leíamos en estas páginas el artículo Pagasarri o Himalaya, escrito por Asier Hernando Malax-Echevarria. En él, metafóricamente, reflexionaba sobre la evolución de las políticas de cooperación en Euskadi.
Según el autor, Euskadi cuenta con un modelo de cooperación internacional de larga trayectoria, basado en la solidaridad con los pueblos y las poblaciones en situaciones más vulnerables, destinado a atender necesidades generales de un público amplio, lo que le parece que es un enfoque “disperso y difuso en el impacto sobre las temáticas que prioriza”. A este modelo le denomina “cooperación Pagasarri”, en referencia a la popular y accesible ascensión a esa cima.
Ante este modelo, contrapone la “cooperación Himalaya”, también basada en valores solidarios, pero dirigida esta vez a un público más reducido, “especializado y con mayor impacto a largo plazo”; y sobre ese modelo se solaza en descriptores épicos que solo permiten concluir que es obviamente él único que merece la pena defender, y que todo lo demás, o es retrógrado o de cortas miras rurales. Un poco Pagasarri, vamos.
El autor mantiene la tesis de que las políticas de cooperación en Euskadi se encuentran en una encrucijada, y que deben elegir el modelo que dirige al Himalaya para, entre otros, contribuir al desarrollo global, ser un actor influyente y “hacer un fuerte ejercicio de focalización temática y de entidades canalizadoras que permitan destacar y agregar valor sobre uno, dos o no más de tres de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible”, apunta.
Al avanzar en la lectura del artículo, desde la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi, que agrupa a 84 ONG vascas con una larguísima y evaluada trayectoria de trabajo, creíamos que el autor lo iba a rematar con un elogio al valor de lo pequeño y lo local, frente al espejismo difuso de lo intangible y lejano. Esa sensación creció al ver que recordaba con clarividencia el contraste que hay entre los grandes objetivos que a veces se proponen para la cooperación vasca, y lo limitado del tamaño de una comunidad como la nuestra y de los recursos que puede movilizar.
Ante esa desproporción entre el problema y los recursos para incidir en él, nuestra conclusión lógica sería que, en vez de perderse en discursos globales o de tratar de imitar viejos modelos centralizados, el objetivo de nuestra cooperación debería ser aprovechar la fortaleza y la capilaridad de nuestra sociedad civil para cambiar el destino de comunidades concretas en las que la experiencia acumulada de la cooperación vasca y de sus organizaciones socias locales aporta un valor añadido de eficiencia y apropiación.
De hecho, la propia analogía elegida por el autor invitaba a pensar en esa conclusión. El montañismo, como cualquier deporte, aparte de la satisfacción personal que genere su práctica, tiene como principal función social contribuir a la vida saludable de la población. Hay un consenso extendido de que es preferible tener una población sana, aunque con pocos medallistas olímpicos, que un puñado de deportistas de élite que sirvan de escaparate a una población desmotivada y sedentaria. Lo primero es una política sólida de salud pública; lo segundo, además de evidenciar el esfuerzo de algunas élites deportivas, puede pasar más bien por la utilización del deporte con fines propagandísticos. O comerciales. ¿Que toda Euskadi subió al Himalaya con Martín Zabaleta? No lo tenemos tan claro. Una persona tumbada en el sofá podrá sin duda alegrarse viendo la noticia mientras lo celebra con una bolsa de Cheetos y un par de dónuts, pero en términos de salud, que es lo que importa, hubiera sido mejor que esa persona estuviera, con otras muchas, subiendo al Pagasarri.
Igual sucede con la cooperación. Una cooperación transformadora debe empezar por ayudarnos a cuestionar nuestros propios hábitos, por incentivar una cultura de la solidaridad y una educación para la transformación social. No debemos delegar nuestras responsabilidades en una misteriosa “cooperación de élite”, desdeñando la cercanía, la implicación y la sensibilización social que ofrecen el rico colectivo de ONG de desarrollo vascas y su eficaz red de voluntariado. Contamos con un tejido social fuerte y solidario, activo, comprometido y cualificado para actuar en escenarios complejos. No busquemos incompatibilidades donde podemos aportar y complementar.
Seguir subiendo semanalmente al monte hará de Euskadi una población saludable. Seguir manteniendo el tejido asociativo sano y con proyectos de cooperación internacional es lo que nos ayuda a ser ejemplo de sociedad activa, participativa y solidaria. Y confluir ambas cuestiones en una política pública, nos hará ejemplo de gobernanza inclusiva y solidaria. Y realista.
Jaime Bernar
Miembro de la Junta de Gobierno de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi.