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El efecto global del voto local
Hasta hace poco Euskadi ha sido un referente en políticas de cooperación al desarrollo impulsadas por entidades de ámbito local, foral y autonómico.
Ha sido posible gracias a un potente tejido asociativo de la sociedad civil y a un fuerte compromiso público que consiguió una política de cooperación con personalidad propia, muy valiosa en calidad, comprometida a aumentar su cantidad presupuestaria y respaldada a nivel normativo, por ejemplo, con la Ley Vasca de Cooperación al Desarrollo.
En estos últimos años, de manera desigual según territorios y color político, las políticas de cooperación han sufrido el zarpazo de la crisis. Constatamos que en determinadas instituciones se ha aprovechado la tormenta perfecta para, eludiendo sus responsabilidades asumidas, cuestionar y zancadillear las políticas de cooperación, entre otras políticas y derechos sociales basados en garantizar unos mínimos de dignidad humana. Instituciones pioneras en estas políticas las están desmantelando: objetivos marcados en leyes aprobadas y vigentes que ni se cumplen ni hay compromisos ni calendarios para que lo hagan; cantidades en términos de porcentajes del Producto Interior Bruto al mismo nivel que el resto del Estado (comparables con Grecia, Estonia o Eslovenia), etc. Además, nuestro tejido asociativo que tantos años ha costado construir ve amenazada su continuidad. La situación más grave se vive en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, cuyo gobierno ha dilapidado sus políticas de cooperación en esta legislatura echando por tierra todo el trabajo realizado durante años a través de la financiación pública y la solidaridad ciudadana con un discurso falaz: “primero las personas de aquí”. En un contexto internacional la misma crisis que supuestamente justifica este retroceso golpea con mayor dureza a las personas destinatarias de las promesas incumplidas, haciendo que les regateemos la ayuda en el momento en el que más la necesitan.
Así, parece concluirse que los niveles de las políticas públicas de cooperación antes de la crisis eran un lujo que hay que abandonar. De lujo nada. La ayuda al desarrollo vasca es absolutamente necesaria para cientos de personas. Tampoco es prescindible lo que desde Euskadi aprendemos de los países empobrecidos con los que trabajamos y que sirve para que desde aquí entendamos la realidad del mundo globalizado del siglo XXI, un mundo abierto y global en el que todas las personas debemos aprender a vernos como tripulantes de un mismo barco y trabajar por un bien común: acabar con la pobreza, las desigualdades, la exclusión, la marginación, las injusticias...
Bien sabemos que la crisis, sus efectos, los recortes en sectores clave… están provocando vulneraciones de derechos humanos en nuestro entorno (dificultades para acceder a la sanidad y a la educación, derechos laborales reducidos, aumento de las desigualdades entre mujeres y hombres…). Sin embargo, los derechos humanos o son reconocidos y garantizados para todas las personas por igual, independientemente de su condición, sexo o lugar de origen, o pierden su calidad de derechos. En el momento en que se prioriza a unas personas sobre otras se niega la esencia de los derechos humanos (de carácter universal, no lo olvidemos) y, por tanto, su propia existencia, con consecuencias impredecibles para todos y todas, tal y como ya estamos comprobando también en nuestro entorno, donde unos pocos concentran de forma cada vez más marcada la riqueza, mientras que el resto sufre para que sus condiciones de vida no se deterioren cada día.
El 24 de mayo la ciudadanía tiene una nueva oportunidad de fijar el rumbo de las políticas que más le afectan, aquellas que emanan de sus instituciones más cercanas: ayuntamiento y diputaciones. Demandamos responsabilidad en el discurso político sobre la cooperación. No es constructivo para la sociedad enfrentar prioridades de aquí con las del Sur, ni excusar decisiones políticas confrontando a pobres de “aquí” y de “allá”. La pobreza y las desigualdades afectan a muchas personas y países. Invitamos a la ciudadanía a que no se deje llevar por ese discurso y que incluya el querer ser una sociedad abierta y solidaria entre la lista de problemas más cercanos a demandar en estas elecciones.
Animamos a que con nuestro voto instemos a las candidatas y candidatos y partidos a apostar por mantener y fortalecer las políticas de cooperación; a cumplir las leyes aprobadas por estos mismos partidos en cuanto al compromiso de alcanzar el 0,7% destinado a la cooperación; y a mantener políticas coherentes con estos propósitos en todos los departamentos -no exclusivamente en los específicos-, ya que no solo las políticas de ayuda al desarrollo son susceptibles de producir efectos sobre las poblaciones vulnerables de otros países. Nuestro voto en estas elecciones aparentemente locales puede tener efectos globales en este interconectado mundo.
Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi