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Un año de incumplimiento del Pacto contra la Pobreza.
El actual modelo de desarrollo económico predominante, basado en el libre mercado, genera sistemáticamente exclusión y pobreza al tiempo que pone en riesgo la sostenibilidad del planeta.
Este modelo neoliberal y patriarcal ha generado una crisis económica y social sin precedentes que afecta a millones de personas en los países del Norte y en los del Sur, de manera especial a las mujeres. A su vez, también ha generando niveles de desigualdad inaceptables.
Los graves problemas a los que hoy en día nos enfrentamos no responden a fenómenos aislados, sino que están directamente relacionados con un modelo que impide el acceso a los recursos productivos y financieros a países enteros y genera amplias bolsas de población tanto del Norte como del Sur, limitando su participación en las instituciones sociales, políticas y económicas. Los resultados ya son conocidos: más exclusión, pobreza, desigualdad, deterioro medioambiental y situaciones de violencia. La construcción de un modelo sostenible de desarrollo no es una simple estrategia anti-pobreza, es una verdadera prioridad que atañe al ámbito político, cultural y económico y que se construye desde las esferas globales, nacionales y locales. No se reduce al ámbito económico, sino que incluye lo social, lo político, lo cultural, convirtiéndose en una estrategia de vida.
Sólo un cambio de modelo que sitúe a la persona en la
centralidad del
sistema producirá resultados tangibles. Este cambio pasa por
lograr que la ciencia y la tecnología estén dirigidas al ser humano, que
haya unas reglas más justas en los mercados, que se alivie de manera real
y efectiva la deuda externa de los países empobrecidos y que se incremente la
ayuda al desarrollo como una manera de empoderar y poner en igualdad de
condiciones a las personas y sociedades del Sur. Las
personas deben ser lo primero y deben ser el centro del desarrollo. La
lucha contra la pobreza y la
desigualdad es, por tanto, una responsabilidad colectiva. Cualquier
iniciativa por erradicarla debe tener una perspectiva global y local, y debe
intervenir no sólo sobre sus
consecuencias, sino también sobre las causas estructurales que la generan,
debiendo entre otras, replantear el ilimitado crecimiento económico como
solución.
Sobre esta premisa en el año 2010 la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi impulsó la firma de los Pactos contra la Pobreza en las tres capitales vascas. El fin era que desde el ámbito local nuestras instituciones públicas se comprometieran a impulsar acciones y políticas más coherentes que apoyasen la superación de la pobreza, poniendo a las personas en el centro de sus acciones. Los ayuntamientos de Vitoria-Gasteiz y Donostia suscribieron este compromiso bajo el formato de declaración institucional. En el Ayuntamiento de Bilbao los partidos políticos no lo firmaron porque no tenían ninguna intención de destinar el 0,7% del presupuesto total consolidado del consistorio a cooperación al desarrollo, tal y como indica el Pacto contra la Pobreza, entre otros aspectos.
Con la firma de este Pacto los consistorios asumieron compromisos como profundizar en la calidad de las políticas de cooperación, impulsar la economía social, verde y solidaria, apostar por la compra pública responsable, fomentar la claridad y transparencia en las cuentas públicas, incluir la equidad de género como una de las claves imprescindible del desarrollo humano y fomentar la sensibilización y educación para el desarrollo como una herramienta para la transformación social. Sin olvidar el compromiso de destinar a cooperación internacional el 0,7% del presupuesto total consolidado de las instituciones. La crisis tampoco puede ser una excusa para olvidar la hoja de ruta para su consecución, ni para llegar a la situación que estamos viviendo en la que los gobiernos vuelcan sus esfuerzos en salvar el sistema financiero internacional mientras pretenden enfrentar entre sí a las personas empobrecidas y en situación más vulnerable a la hora de decidir por dónde se va a recortar.
Esta adhesión al Pacto por parte de al menos dos de las tres capitales vascas nos supuso una gran satisfacción inicial a las más de 80 ONG que trabajamos en cooperación internacional y que componemos la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi. Sin embargo, pasado ya un tiempo hemos pasado a la completa decepción al ver que no hay una auténtico compromiso por impulsar en nuestras capitales acciones coherentes a favor de la lucha contra la pobreza, ya que como hemos apuntado, en dos casos los pactos han quedado en papel mojado debido a su incumplimiento y en otro caso ni siquiera ha habido voluntad de firmarlo.
Estas instituciones a las que aludimos se están olvidando de que existe un imperativo ético, social, político y económico por erradicar la pobreza y las desigualdades en el mundo mediante la acción enérgica de la cooperación al desarrollo humano equitativo y sostenible, así como a través del replanteamiento de políticas a nivel local e internacional. Además, el marco institucional y político en el cual se desarrolla este esfuerzo solidario proviene del trabajo realizado en diferentes mandatos y es patrimonio común de la ciudadanía, fruto del acuerdo político y de la movilización ciudadana. La sociedad está dando ya sus primeros pasos para contribuir a la construcción de un mundo más justo y sin desigualdades entre las personas. Sólo es necesario que las instituciones vayan en la misma dirección. No podemos olvidar que erradicar la pobreza hoy es posible y la crisis no es excusa para ello.
Coordinadora
de ONGD de Euskadi.
Diciembre 2011.